• 01 Jan 2024
Mente
pensamiento
Daniel Kahneman
La mente ascendente y descendente, las dos capas
Notes of: Deep Work by Cal Newport

¿Alguna vez han escuchado a alguien decir que una idea le llegó de la nada? Más allá del debate filosófico sobre la nada y sus propiedades, no podemos crear algo de la nada. Claro, como cualquier invención que la haya precedido, la mayoría de las cosas que pensamos, incluyendo las innovaciones, son el fruto de muchos procesos neuronales. A veces estos son más visibles y tangibles que otros. Por ejemplo, cuando vamos al mercado a comprar víveres para el almuerzo y, mientras pasamos por la zona de productos de limpieza, recordamos que necesitamos comprar jabón. No es que hayamos tenido la espontánea idea de comprarlo, sino que algo en nuestra mente asoció y concluyó que pronto se nos acabará el jabón y, por ende, deberíamos comprar uno nuevo.
De manera similar, funcionan algunas de las ideas, sobre todo aquellas que llamamos espontáneas, dentro de nuestra vida o experiencia. La parte más profunda de nuestro cerebro está realizando cálculos, asociaciones y otras interpretaciones de todos los datos, llevándonos a pensar, por ejemplo, que deberíamos emprender una empresa de distribución de libros basados en la personalidad. En este caso, puede que mi fascinación por la lectura y mi amor y pasión por emprender me lleven a concebir algo llamativo y brillante. Cómo mi mente llega a eso, puede que nunca lo descubramos.
Hay dos autores (de hecho, son dos, pero uno falleció años antes de que tanto el libro como muchos de los estudios se llevaran a cabo). Sus nombres son Daniel Kahneman y Amos Tversky, un par de psicólogos que descubrieron que la mente humana es más compleja de lo que solemos pensar. De manera simple y sin detalles, encontraron que contamos con dos tipos de procesamiento mental independiente, dos diferentes procesos de cómo interpretamos la información en nuestras vidas. El libro que fue muy famoso hace varios años (y sigue siéndolo) se llama "Thinking, Fast and Slow" o en español "Pensar rápido, pensar despacio", y es básicamente lo que nos define mentalmente.

Por un lado, tenemos el sistema que en este libro llaman ascendente. Este es un conjunto de procesos y una sección del cerebro que se especializa en la velocidad de decisión. Es la mente que utilizamos para nuestros instintos básicos y, al mismo tiempo, una de las secciones más antiguas del cerebro humano. En muchos casos, es involuntaria y automática, tomando decisiones basadas en la experiencia y en un fin de aprendizaje que ha tenido a lo largo de la vida de cada uno. El funcionamiento es fascinante, ya que para el desarrollo de la mente ascendente necesitamos tiempo. Es la mente que se desarrolla desde pequeños, donde empezamos a aprender, por ejemplo, a leer las expresiones faciales o con la cual normalmente adquirimos nuestra lengua materna. Cuando vemos algo nuevo, se forma una red neuronal que podemos ver como un acto de causa y efecto. Un ejemplo clásico es el llanto de un bebé, que aprende que llorando obtiene comida. A medida que los bebés aprenden cosas de este estilo, comprenden que con el llanto logran obtener alimento, o de la misma manera, una vez que han aprendido a hablar, si dicen "hambre" o "comida", obtienen alimento. Esto se realiza a través de una experiencia emocional, y tiene sentido, ya que desde el ámbito cerebral, la región que maneja nuestras emociones está conectada con esta mente.
Por otro lado, tenemos la mente descendente, que es la parte que encontramos en la parte más frontal del cerebro. Es una versión mucho más avanzada de pensamiento. Contrario al ascendente, esta mente es la que usamos cuando nos enfrentamos a situaciones complejas, como aprender un nuevo idioma. Una vez que somos adultos, aprender un idioma es más complejo porque tenemos que usar la cabeza de manera manual. Nos toca empezar entendiendo nuevos alfabetos, reglas gramaticales, casos irregulares y demás. Entonces, la mente descendente es experta en aprender. Una vez que hemos estudiado por muchos años, la mente descendente crea nuevas redes neuronales y un pensamiento que antes nos hubiese costado mucho, ahora es más fácil. Un ejemplo que la mayoría conoce es el conducir. Al principio, uno se embarca en las lecciones de conducción, frena mal, se le apaga el carro, se siente nervioso, y hay que estar sumamente concentrado en la carretera. Pero después de uno o dos años de manejar de forma constante, hay personas que lo hacen de manera automática. Incluso se han encontrado casos en los que personas con 20 años manejando no recuerdan lo que vieron en el trayecto de la casa al trabajo porque lo hicieron de manera tan automática (usando el sistema ascendente) que fue un proceso automático. Liberaron la mente para pensar en cómo resolver un problema en el trabajo o entender qué hicieron para que la pareja se haya molestado el día anterior.
En relación con esto, podemos entender que la atención, por lo tanto, es una facultad del sistema descendente. Enfocarnos en una acción, lección o evento depende de la mente descendente, ya que es un universo desconocido. Usamos nuestra mente de manera atenta y evitamos estar en modo automático, que a menudo nos domina y terminamos sin prestar atención ni recordar lo que se dijo en una reunión o en una clase. No usamos nuestra mente descendente para ver lo bello de un atardecer. En estos casos, no estamos usando un procesamiento alto, sino que estamos disfrutando de una experiencia y enfocándonos en ella. Lo que sí usamos es que destinamos nuestros recursos de atención usando el sistema asociado a la mente descendente; de lo contrario, es posible que divaguemos en cualquier pensamiento que tengamos.
Algo relacionado con estos eventos de las dos mentes son los atletas de alto rendimiento, sobre todo en algunas prácticas más que en otras. Los atletas que se dedican a carreras de vallas llegan a un nivel de práctica de toda su vida en el que los circuitos que usan al correr no son los descendientes. No piensan en lo que hacen; corren de manera automática usando el ascendente. Por lo tanto, cuando se disponen a preguntarse cómo están corriendo, si la técnica es la correcta, muchas veces bajan su rendimiento porque empiezan a usar el descendiente, cuando el ascendente ya tiene más que dominado el ejercicio para el cual han entrenado toda la vida.
Ahora, la mente es un arma de doble filo. En algunos casos, nos ayuda a desarrollar habilidades increíbles como el habla, un segundo idioma, o la capacidad de conducir. Pero también contribuye a hábitos negativos. Pensemos en las personas que, de manera inmediata ante un acontecimiento negativo o evento cargado emocionalmente, empiezan a tomar alcohol, o las personas con ansiedad social que, al primer indicio de una señal de rechazo, se ofuscan y se sienten miserables. Estos eventos, con el tiempo, se marcan cada vez más hasta llegar al punto en que suceden de manera automática, y no somos conscientes de que un evento ha pasado. Solo nos sentimos miserables y nos alejamos si alguien nos miró feo por un segundo. Esto sucede debido a la conexión entre la regulación de las emociones y el sistema ascendente. De manera contraria, gracias a la evolución, tenemos el otro sistema que nos permite racionalizar lo que está sucediendo y buscar alternativas. En vez de sentirnos miserables, podemos pensar en lo que está sucediendo y, mediante el autocontrol, impedir que las emociones se apoderen de nosotros. Esta parte de la autoconciencia es clave para regularse cuando estamos demasiado eufóricos o demasiado miserables. Nos ayuda a restringir las emociones y concentrarnos en los hechos. Las secciones del autocontrol se encuentran en el área prefrontal izquierda, y la sección de las emociones en la amígdala, uno de los rincones más internos del cerebro.
Dependiendo de nuestra historia y procesos, uno de ambos sistemas suele tener más influencia. Las personas con depresión suelen tener problemas en la parte prefrontal o en la amígdala, disminuyendo o aumentando, respectivamente, la influencia en la atención mental.